El origen de la palabra buñuelo es un poco controvertido, porque si bien para unos deriva de "puñuelo" una especie de bolas que los romanos amasaban con los puños, otros creen que procede del francés "beignet". Se cree que la primera sociedad que consumió buñuelos fue la morisca. Sus ciudadanos, gente de medios humildes, que habitaba los territorios del Sur de la Península Ibérica y ocupaban puestos de trabajo de baja categoría, desempeñaban también el oficio de vendedores ambulantes de buñuelos. En Sevilla y Granada eran postre típico los buñuelos fritos en aceite cubiertos de miel. Por otro lado, esta especialidad fue adoptada por los gitanos tras la expulsión morisca y perpetuada hasta la actualidad. Según otros autores, la historia del buñuelo es más reciente de lo que se cree. Ofelia Déleon, antropóloga e investigadora guatemalteca, cree que la historia del postre en Sudamérica se remonta al siglo XIX. En algunos países de América Latina como México y Colombia, los buñuelos forman parte de la cena de Navidad, junto a las natillas. En Colombia, por ejemplo, se suele juntar una medida de queso fresco molido, huevos, la mitad de maíz o maicena, con un poco de almidón y azúcar. Mezclando todos esos ingredientes se fríen hasta dorarlos. Son dulces típicos en celebraciones señaladas, como el Día de Todos los Santos o las Fallas de Valencia en España.
También se fríen sin relleno y son llamados de viento, éstos una vez fritos e rellenan con crema. En España, éstos se consumen especialmente durante El Día de Todos los Santos.
Continúa el placer
La elaboración de buñuelos sigue teniendo vigencia entre algunas comunidades de monjas, como es el caso de la Comunidad de Santa Catalina de Siena, en la colonia Mixcoac de la Ciudad de México, que durante diciembre elaboran buñuelos de viento.
Los buñuelos forman parte del acervo culinario de la mayoría de los estados de la República Mexicana, si bien algunos presentan interesantes variantes. En Veracruz, por ejemplo, suelen prepararse con jaiba, de piña, de arroz y hervidos.
A su vez, el oaxaqueño Alejandro Méndez Aquino, autor del libro Noche de rábanos, advierte sobre originales recetas, como la de los buñuelos de rábano, los buñuelos de almidón, tendidos, de camote, de pasas y de leche. Los oaxaqueños más conocidos, son fritos con manteca y servidos en hojas de maíz secas y espolvoreados con azúcar coloreada. En esta temporada, en las plazuelas de la provincia suelen verse los puestos de buñuelos.
Asimismo, es común ver a las mujeres, sentadas junto al anafre, que los ofrecen acompañados con guayabas y tejocotes. Tampoco falta la olla de barro con atole blanco, listo para acompañar estas delicias. De igual manera suelen servirse con otros atoles típicos: de nuez, cajeta, guayaba, capulín, pirul, arroz y cacahuate.